Hoy comenzamos nuestros
cuarenta días de Cuaresma, cuarenta días de preparación para la Pascua. ¿Para
qué estos cuarenta días de penitencia y conversión? Para volver a nuestras
raíces -a Dios, a lo mejor de nosotros mismos- y, en consecuencia,
también a nuestro prójimo. De muchas maneras hemos intentado ser nuestros
propios dioses, decidir por nosotros mismos lo bueno y lo malo, pero hemos
acabado haciendo de nosotros mismos el centro del mundo, a expensas
de nosotros mismos, de Dios y de nuestro prójimo.
Ahora es el tiempo propicio
para volver a Dios y volvernos hacia los hermanos que nos rodean. Hoy
expresaremos nuestro destrozo interior y nuestro deseo sincero de cambiar,
cuando, después del Evangelio, recibamos la ceniza.
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