El misterio de Cristo que
celebramos en este tiempo es precisamente el del Mesías anunciado, esperado,
que finalmente ha llegado para realizar las promesas y las esperanzas. Y es
también el misterio de aquel que tiene que venir al final de los tiempos. Por
eso la Iglesia celebra el Adviento con una atención vigilante, atenta al
misterio de la historia y a los signos de los tiempos, solícita por preparar los caminos del Señor y colaborar
a la llegada definitiva de su Reino.
Tiempo que espera con el sabor de
esperanzas cumplidas; cuando llega Navidad, y se celebra la fidelidad de Dios a
sus promesas con la venida de su Hijo, manifestación del amor de Dios para
todos los hombres.
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